La experiencia y el comentario de una mamà que llevo a su pequeño hijo a una Escuela Montessori

En una escuela Montessori todo es proporcional al tamaño de los niños: mesas, sillas, estantes. Ellos aprenden "jugando", es decir, con material educativo en donde el aprendizaje va de lo concreto a lo abstracto a contrario de una escuela convencional donde "nos recetan" información de memoria que, por supuesto, luego olvidamos. Con decirles que fue ahi donde vine a entender el proceso exacto que realiza nuestra mente cuando resolvemos una raíz cuadrada..., en su momento aprendí a hacerlas mecánicamente pero sin ir más allá.
Todo esta armado para crear un ambiente de aprendizaje y libertad, los niños pueden seleccionar el área hacia donde enfocarán su esfuerzo del día: Geografía, Matemáticas, Gramática, etc. y cuentan con el apoyo de una guía especializada (enfatizo: no cualquiera es guía especializada) quién deberá guiarlos y supervisarlos para que realmente cumplan con los objetivos totales de aprendizaje. No hay un recreo como tal, si un niño desea salir puede hacerlo...aunque lo hacen poco, la diversión realmente está adentro. Y ¿saben qué? ¡terminan amando el aprendizaje!.
Papás y maestros deben trabajar en forma coordinada creando ambientes similares y reglas idénticas en casa y escuela; Maure nos hizo entonces participar en talleres y adentrarnos en la Filosofía Montessori (es toda una forma de vida) para generar las condiciones educativas apropiadas. El punto clave es la libertad con límites, es decir, el peque debe saber perfectamente qué puede y no puede hacer y porqué; ahí es donde truenan algunos papás –o escuelas—y ahí está la crítica más fuerte para el sistema montessori.
Con el primero y el retoñitodespués –quién ni adiós me dijo en su primer día de clases, snif—viví varias experiencias gratificantes, como aquellos festejos de Dia de Madres en donde un equipo de pequeños menores de tres años se afanaban en servir el desayuno –mini sillas, miniplatos, minisandwiches, mini vasos, mini ¡todo!—a sus mamás para luego acudir a "lavar y guardar la loza", todo con una función doble: homenajear a sus emocionadísimas mamás y trabajar su coordinación motora mayor –con pequeñas actividades domésticas--.
Su actividad cotidiana incluía una alimentación sana, el cuidado del medio ambiente, el arte pero, sobre todo, la práctica de los valores. Los grupos estaban formados por niños de diversas edades –Cuarto de Bebés de año y medio a tres años por ejemplo--, pero además podía contar con uno o dos niños con capacidades diferentes sujetos a las mismas normas que el resto, de modo que había más de un momento para vivir la tolerancia, el respeto, la empatía, etc. bajo el ojo avisor de la guía.
Supe pronto que siempre había sido "mamá montessori" sin saber que eso existía; mis hijos menores cursaron jardin y primaria en esa opción para luego saltar, sin problema alguno, a una secundaria convencional. Recuerdo que cuando le pregunté a uno de ellos como se había sentido en su primer día en secundaria me dijo: "Me dolieron las pompis de estar sentado pero..bien". Hoy en día, se puso en el tapete la discusión del tema: si un niño está o no listo, a los 3 años, para asistir a la escuela. Mi experiencia personal es que sí...siempre y cuando sepamos generar, dentro y fuera de la escuela, las condiciones necesarias para atender cabalmente a sus requerimientos. María Montessori hablaba de que hasta los seis años los niños tienen una mente absorbente": todo lo aprenden, todo lo archivan, todo lo guardan; y si a ello sumamos el trabajo coordinado de padres y maestros la tarea prácticamente esta hecha.
Para no ir más lejos, en mi familia todos iniciamos la primaria a los 5 años y hasta donde veo todos somos bastante normalitos. Que no me vengan a tratar de justificar con argumentos educativos fallas de índole política ¡por favor!... Mamá de Maure

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